Luego del asesinato, a manos de sus alumnos, de un maestro. Luego de anuncios publicitarios con bolsas de basura, que desde hace décadas son ataudes clandetinos. Luego de pláticas de que somos una raza de otro planeta más mutante que cualquiera, llega a mi cabeza y suena en mi pánico cotidiano, donde resulta que no soy la única que en ocasiones desea salir corriendo sin siquiera voltear.
...Si esto no es un terremoto moral digno de conmocionar los cimientos de cualquier sociedad, no sé cómo se le pueda llamar. Y si el gobierno no se pronuncia, si las instituciones no reaccionan, si la sociedad no se ampara de este hecho abominable –punta de un iceberg aterrador que nos interpela a todos–, eso querría decir que estamos tan enfermos como los victimarios, que este país alcanzó la cima de la ignominia, que ya sólo nos queda quemar la cédula de ciudadanía y el pasaporte, hacer maletas y largarnos vomitando (¿pero a dónde?), Sin volver la vista atrás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario