lunes, 19 de noviembre de 2012

Cuando todo se movió

El polvo me entra en los ojos, constantemente me repito que no lo debo hacer.  Los pensamientos se hicieron pedacitos, llevo un par de meses sacándolos de la habitación.  El sol es fuerte y alto, las nubes se las llevó el viento al otro lado del planeta.  Acá todo es claro, azul y radiante, tanto que da felicidad y se siente una dolida por no poderse incorporar a esa masa de éxtasis de buena suerte.  Luego de recorrer varios kilómetros todo éso pasa y entonces el sentimiento se enlaza con el mio.  

Cada rincón fue borrado, ahora todo son restos de lo que noches enteras se habla para no olvidar y seguir reconociéndose a pesar de la realidad que acampa fuera de la carpa.  El tiempo pasa lento, impulsa las piedras y a cuenta gotas aclara el agua que es un fango de suspiros que muchas veces ignoro y no se escuchan dentro de mi burbuja.  La puerta cruje, al mismo tiempo ella y yo despertamos y como gatas abrimos los ojos para ver si las cosas siguien pegadas en nuestras paredes.  El miedo nos tiene sitiadas.  

Ella juega con la imaginación, construye miles de casitas con láminas de colores, mueven los recuerdos para empapelar las paredes y abre los ojos de todos y todas para hacerles ver que se sigue vivos.  Éso me dijo en la última carta que amaneció sobre la repisa al lado de las que a diario le mando con imágenes robadas de esta aburrida ciudad.  Ninguna se extraña, sentirse acompañada a la distancia nos es suficiente.  Cada una avanza en el mismo cuadro de tierra, el mundo gira y bajo la sombra de algún arbol platicamos de lo que ocurre durante el día.

Pronto todo va a ser olvidado, le confesé.  Ella lo sabe y llora en silencio.  Quisiera volver y ella regresar. Cada verbo sigue doliendo y los versos se quedan atrapados entre el alambrado sin electricidad.  Cierro los ojos, el polvo y las luces Led me hacen dejar de llorar.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Único encuentro

Soñaba con soñarte.  Todo se quedó allí cuando la puerta se abrió y apareciste.  Los nervios inundaron la habitación y entre conversaciones mandadas hacer, algunas rotas y otras vacías entraste.  Sin resistencia la puerta se cerró, soltaste tu aroma por cada poro que te cubre y entre sonrisas nos aceptamos luego de días de esperarnos.  La sed nos secaba la boca, tus cosas cayeron al suelo, las mías seguidas y entre palabras de pacto las cortinas se cerraron, el frío nos vió desde la ventana y el televisor se condensó lejos de todo. 

El tiempo nos hizo justicia, mis manos te conocían a cada trazo, paisajes hermosos de fricción nos combinaron hasta volvernos una mezcla espesa e intensa.  Nuestra caderas danzaban, los labios giraban y los colores ocupaban las sábanas blancas del lugar.  Vos volteabas, te veía de reojo y sonreías frente al espejo que cubría la puerta del baño, diciéndome que me extrañabas y esperabas un poco de oscuridad para que el mundo ya no nos viera más.  Nos leímos la mente, cada deseo fue cumplido, cada beso fue puesto en el lugar correcto y a ciegas nos llevamos lejos, rompiéndonos desde adentro, comiéndonos a ritmos seductores y en pausas nos quedábamos sin hablar.  Juegos perversos nos aruñaron la espalda y gritos que invitaban entibiaban la piel que se balaceaba entre tanto estímulo.  

Nuestras vidas tomaron un sentido único rítmico, nada estalló como otras veces con otras historias, todo fue quietud y a cuentagotas nos consumimos entre azúcar y almendra.  Compartimos las utopías que nos hacen lo que somos y sin premura volvimos.  

Aunque no lo dijimos,  más que querernos nos amamos hasta el final.  

lunes, 5 de noviembre de 2012

Ausencia

Podría escribir miles de cosas.  Tengo gavetas llenas de papeles con fragmentos de paisajes y cosas que me pasan por la ventanilla del autobus.  Algunas mañanas me prometo tanto, diciéndome que tengo que reescribir toda esa basura que se muda conmigo al atardecer. 

Levanto los brazos, cuento... 1, 2, 3, 4 y 5.  Toda la humedad me llega a la cara.  Sigo pensando en el libro que hace unos meses devoré, duele a pocos porque me ví pasearme allí y aunque me crea tan ajena al estereotipo, termino siendo la excusa que el gobierno usa para llenar las calles de gas lacrimógeno y todo lo que éso implica.   No todo es malo, la vida me trata con cierto cariño y yo como gata en celo ronroneo para dejarme querer haciendo que el resto no valga nada.  Entonces me acuerdo de lo pendiente, de lo resuelto a distancia y los pedazos de espejos que llenan mi colchón. 

Me gusta ver la ciudad desde el borde de la carretera, alejarme de ese caos que me lleva cargada como en feria de oportunidades de papel.  La sensación de distancia, lenta y pausada me seduce hasta llevarme lo suficientemente lejos de vos y algunos cumplidos mandados hacer.  Extraño el olor a pasto humedo de las tardes, el mismo disco sonar en mis oídos y saber que algo me mueve más allá de esa maña de sobrevivir. 

Porque aunque me engañe, acá desde hace tiempo dejé de estar.