miércoles, 25 de junio de 2008

En tus ojos (Seis cuentos para fumar)

Vendrà la muerte y tendrà tus ojos.

He visto el fuego del infierno en tus ojos mientras vienes descendiendo del cielo. Lo veo literalmente, como un reflejo en t mirada abismal. Tus pupilas encierran un infierno real y tangible: bastas regiones incendiadas en cuyo centro se aglomeran las almas de los pecadores, atormentadas por demonios semihumanos, semiperros, coronados con dos o tres cuernos -enhiesto y enroscados- como de macho cabrìo. Demonios de piel oscura, malignos y seniles que gozan torturando a sus vìctimas; mutilando, flagelando, estrangulando, sodomizando.
Infringiendo dolores interminables, eternos.
Algunos pecadores, devorados y medio digeridos en el vientre de engendros indescriptibles son vomitados, excretados o asfixiados. La muerte no aparecepara aliviar sus dolores.
Ojos ensangrentados y dispersos por el suelo, gritos ahogados, làgrimas en llamas...
Me voy internando en un bosque de àrboles espantosos, siniestros, carbonizados, de expresiones pavorosas. Mi horror no tiene lìmite al descubrir que los supuestos àrboles en realidad son seres humanos, petrificados e inmovilizados. Platados en la tierra, sus manos convertidas en ramas secas, sus cuerpos cubiertos de plantas paràsitas por fuera e infestados por gusanos y toda clase de alimañas por dentro.
Se quejan sin vos y gritan en silencio. Piden ayuda sin emitir sonido...
Sì, he visto el fuego del infierno en tus pupilas. Cuando me asomo a la oscuridad de tu mirada me siento acechado por cadàveres ambulantes, muertos vivientes que se alimentaràn de mi carne, al igual que los leprosos de tiempos bìblicos devoraban a los suyos cuando morìan...
Sì, he visto el fuego del infierno en la frialdad de tu expresiòn, en tus ojos negrìsimos y sin pupilas que me clavan en mi sitio, cèlula por cèlula, petrificàndome. Siento con nitidez cuando mi carne abandona su condiciòn orgànica para convertirse en piedra: escucho la forma en que mis huesos crujen ante la presiòn de mis mùsculos pètreos. Mi peso es multiplicado hasta lo increìble y la movilidad de mis miembros ya no es màs que un recuerdo inverosìmil y remoto.
Inmòvil y aterrorizado, no puedo evitar la imagen de tu corona viviente...
Me doy cuenta de que no podrè escapar de ti, que ante el embrujo de tu infernal mirada me he convertido en una estatua de piedra, que las serpientes de tu cabeza han inyectado su veneno imperecedero en mi conciencia.
Estoy destinado a una eternidad sin desviar mis ojos de tu imagen espantosa, de tu piel brillante y escamosa, de tus ojos negros, de tu sonrisa maligna, de tus garras, de tus serpientes...
Guatemala

No hay comentarios: