martes, 13 de mayo de 2008

Del otro lado: Bitácora de viaje

Me gusta estar al lado del camino… justo acá, en la línea delgada del tiro final, esa oportunidad que se cree es la última que cruzará nuestra vista, pero que igual no es la única o no sé, porque lo denso me posee, me ha tomado la selva en la cual se transforma haciendo figuras y abstractos que lo tiene anonadado, tal cual niño en dulcería con un billete que no tiene que llevar vuelto. Y así empiezan las grandes historias, con cinturones llenos de sueños, ilusiones, cosas malignas y un sinfín de mariposas que nos toman por la espalda empujándonos, pero la resistencia que ahora correr por las venas, esas venas abiertas donde se goza y porque no, la tristeza se esconde por dejar lo que antes nos hacia tanto bien pero ahora…ya no, la transformación que conjuntamente hemos realizado interiormente nos alienta a continuar a pesar de toda esa maraya de enredos que se tejen junto a las arañas que les gusta devorar hasta a sus hermanos. Pero esas historias ya fueron enlatadas y guardadas en la parte trasera de un auto que se ha decidido ser utilizado como coche bomba en el próximo atentado contra el aburrimiento a esa intolerancia de las realidades absurdas que ahora se pasean de la mano de la muerte en plena luz del día.

Y seguimos acá en este viaje alucinante que no quiero parar, arrancando el botón de pausa del reproductor, desechando el parar hasta que ese tejido lleno de ilusión y color me lance fuera de acá, mientras el disco de fábula dedica unas tres canciones a esos sentimientos que se impregnan en las paredes. Porque quiero seguir amaneciendo con sabores agridulces, de nostalgia, sonrisas de placeres y platicas a media noche de pasiones, construcciones o sencillamente como lograr algún día sentir arena en los pies y dejar que la brisa salada nos hidrate la piel.

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