Los atardeceres son diferentes. El entorno es un tanto más helado, no por las personas (espero), sino por lo amplio del lugar. Todo parece minis peceras monocromáticas con ausencias de peces móviles. La comida se vende en bolsas, tratada con guantes y pocas sonrisas. La lucha no se limita a un espacio físico, sino a un interruptor para la computadora portátil.
Acá los y las niñas sobran pero no andan jugando con una lata, ni trepados en los árboles, ni mucho menos envueltos en mantan en la espada de su mamá.
Seguramente deben haber tantos esteoreotipos, infelicidades, angustias, crisis, sentimientos y todas esas cosas que nos malicompletan y/o biencompletan como acá, pero por qué acá se ven, a pesar de la distancia.
Sé que volveré de visita, pero nada más. Eso de las alturas artificiales no son lo mío.
Acá los y las niñas sobran pero no andan jugando con una lata, ni trepados en los árboles, ni mucho menos envueltos en mantan en la espada de su mamá.
Seguramente deben haber tantos esteoreotipos, infelicidades, angustias, crisis, sentimientos y todas esas cosas que nos malicompletan y/o biencompletan como acá, pero por qué acá se ven, a pesar de la distancia.
Sé que volveré de visita, pero nada más. Eso de las alturas artificiales no son lo mío.
imagen: google.com
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