lunes, 23 de julio de 2012

Siembras al viento

Miles de pequeñas grietas me llenan las manos.  Cayos sobre cayos han crecido en los contornos de las muñecas.  Las uñas son un viejo recuerdo de blancura, ahora son astillas afiladas.  La piel me sabe a arena y sudor de sol.  Todo se ha curtido, engrosado y los dedos se han vuelto madera irrompible que con facilidad parte, teje y arrastra.

El viento no perdona, últimamente nos ha venido cobrando todo aquello que llevamos quebrando al pasar de los años.  Pocas lluvias y cuando llueve cae como manantial de acidez sobre las siembras, borra todo, y si todavía queda un poco de fuerza, empezamos de nuevo en el mismo sitio o simplemente nos encerramos en galeras para la ocasión y luchamos por aquella oportunidad de utopía rifada entre un millón.

Hoy antes del alba, en el silencio exterior, mientras conversaba con mis manos, supe que era el final.  Olvidando todo, sin poner mucha atención, arranque los retratos y con una fuerza inexplicable empecé hacer tiras de mis recuerdos, las paredes se hicieron cerillos y los muebles quedaron volcados, como cadáveres oxidados, y aquella vieja compañía, finalmente se había marchado de mi habitación.

En ese momento fui realmente feliz, el viento me llevó lejos, curándome las manos heridas y dándome semillas para empezar de nuevo.  Lejos, donde ahora pinto paisajes.

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