lunes, 9 de julio de 2012

Ensayo de Oratoria


Aquí, allá, en cualquier lugar, pero sé que fue en caminos de piedrín y luces neon.  Llevaba años sin pensar en ese escenario tan extraño, donde no se llega a ninguna parte pero los colores son hermosos, tan lindos que se sienten como besos robados e inesperados.   Ya los pasillos se ensancharon y el viaje terminó en paralelo entre ruido y gritos del próximo pasaje al punto de partida para el resto.

Lo tengo todo tan presente, con tanta frescura que sé que la sonrisa no me logró salir y hoy no es la excepción.  Sólo escucho todavía el sonido del ventilador, el aire que empuja todo y las preguntas que se enredan en los aparadores de pan de queso y voces que ofrecen curas, frescura y precios en plena prostitución.  Las ideas que ahora tengo sobre aquello siguen siendo iguales, me sorprendo frente al espejo, repitiéndomelas como ensayo de oratoria, es la nueva terapia que alguien por allí me aconsejó.  Enumerarlas sin parar en un orden establecido y si me pongo retadora, aleatoriamente para probar mi determinación sobre éstas, y que hice finalmente realidad luego de varios intentos.

Aquellos tiempos, lo digo sin vergüenza pero tampoco con juicio o anhelo.  Todo ese recuerdo suena como aquella canción en medio de una audiencia ausente y un par que por pura morbosidad saturaron con imágenes el salón.  La guitarra suena, lo demás se anuló y con esfuerzo salieron versos robados, palabras comerciales y nervios que se quedaron pegados en mis pies y me tomaron con todas las ganas y fuerza que quise.  Esa noche trajo tantas cosas invisibles, tantas cosas que luego se tuvieron que vender en la calle principal del mercado en un día cualquiera.

Hoy el recuerdo se disuelve, mis ensayos diarios lo provocan y los gritos de lo que fue melodía, lo cortaron en finas tiras que ahora se enredan en el alumbrado público y etiquetan esas mañas que se mandaron hacer para la ocasión.

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