lunes, 26 de agosto de 2013

Tejer

Las agujas entran por el mismo sitio, van y van sin venir, haciéndose nudos y rompiendo uniformidades hechas al por mayor.  Así vamos... ¡escucha! me gritaron desde atrás.  Todos se quedan y todas a un compás ágil junto al sonido de romper se anudan para volverse una.

Tic, tac, tic ya no suena el tac es el reloj barato que me regalaron para mi primera vuelta al mundo, aquellos días de pasto seco y poca lluvia de leche con miel.  Ajeno a lo rítmico la gente canta, suelta la voz y un par de solos de guitarra que tanto te gustan suenan mientras la cinta de selecto nos lleva a días en uno, sol suave y ricos licuados.

Vos sonreís, el agua tiembla y las energías hacen mover las nubes lento, bien lento que dan ganas de empujarlas a soplos y formar lienzos de hamacas para tirarnos a ver el mar azul, dormir la siesta y que el tiempo nos arrulle un poco nada más.  Es allí donde entran las agujas con listones nuevos, cosas cursis que se dicen durante la madrugada y posiblemente se queden para hacer la última puntada que nos pacte, consuma y sea todo nueva sustancia.

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