jueves, 8 de agosto de 2013

El túnel

Sería mentirme, me repetía mientras andaba entre las calles buscando el túnel que me sacaría de esa enorme ciudad. La radio hablaba en un idioma cada vez más lejano. Calles muy angostas para una ciudad tan evolucionada pensé de nuevo. A pesar de llevar años desterrándome de tantas cosas nunca le encontré la lógica a la arquitectura, empezando por las calles de una sola vía versus edificios con balcones enormes y piscinas sinfín en los techos.

Es domingo, mi peor día de la semana. Todo quieto y resistiéndose al mañana productivo y un tanto perezoso del lunes. Bajo el vidrio de la ventanilla, saco la cabeza. Juraría que ví ese pinche túnel hace unas semanas. No me es nada fácil retomar el hábito del automóvil (una cosa más que dejé en la puerta de abordaje cuando decidí marcharme). La vida a pie es una vida, el resto es una monería de grotescos colores que pasan sin sentirse.



Mis dedos hechos maquetas golpean el volante. Entre tantos oficios y hambre los convertí en una textura de manta cruda y quemada. Abro la guantera, recortes de mapas, unos guantes olvidados y la cajetilla con los últimos tres cigarros que prometí fumar. El clima ha mejorado o quizás ya me estoy acostumbrando a él, he pasado días duros de calor, entre desmayos y náuseas la gente sigue pensando que exagero pero de donde vengo el sol no rebota en un millón de espejos a la vez. Si yo fuera... Ese truco de nombrarme como éso que busco. La sed llega entre el tabaco y el aire dulce que gobierna la ciudad. A un principio me fascinaba el aroma, sí lograba identificarlo sin importar donde estuviese pero la costumbre me hizo olvidarlo y en contados casos lo sentía. Una buena despedida, quizá.

Lanzo la colilla a la acera, me atraganto de agua helada para "el camino" y el túnel ni señas, en cada dos cuadras se señala que pronto aparecerá pero todo parece una mala broma del alcalde, como aquella cuando hizo desbordar el río para crear lagunas artificiales en ciertas áreas de la ciudad. Pasamos semanas entre lodo, peces muertos y aguas negras hasta los tobillos. Sin sorpresa se reeligió. Nada extraño en este tipo de mundo. Debería lanzarme para algún cargo público siempre lo he pensado es cuestión de labia y dinero, dos cosas que carezco (fin del proyecto político).

Girar, girar, suena esa canción que me hace recordar en la radio, me lanzo a ellos y viajo, casi sin poner atención en el camino, sonrió de esa forma estúpida que no se puede controlar, mi cabello vuela con la velocidad, el sonido rompe los vidrios, sin rozar las aceras voy en ese laberinto urbano y grito miles de nombres, millones de estrofas de otras canciones, repito imágenes y me detengo por segundos a saludar ya no más para decir adiós. Luego de años, saludo a "eso de atrás", sin llorar y con cierta fascinación infantil de azúcar. Nada hace ruido, sangra o duele dentro. Sólo emociona con una intensidad de algo que concluye y se vuelve eterno.

Un túmulo me hace reaccionar, frente a mi lo tan buscado, respiro sin alteración y avanzo. Lento abriéndome paso sin hacer ruido me detengo, saco la cajetilla de cigarros, bajo del automóvil me siento en la acera y fumo. Estoy justo a cuatro metros de distancia para salir del túnel, la luz es otra más queda, no pienso en nada, veo girar el humo que se entremezcla con el aire dulce y el aire tibio de esos pocos metros, enciendo el otro cigarro, me acerco a la ventanilla todo está destapado lanzo uno de los cigarros, bajo la música y así bailar mientras escucho como arde todo.

Dejo atrás el caos de fuego. Sin voltear tiro la última colilla. Veo una parada de autobús, el cansancio me venció. Hago la señal y subo. Bajo luego de un largo trayecto, veo el reloj y sé que vos estás linda esperándome para cenar.

Pronto llegará el invierno, el aire dulce sabe a húmedo ahora, pensé.  Dejo caer las llaves y vos me saludas.



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