lunes, 24 de septiembre de 2012

Un grito

Los ciclos, aquellos que a la fuerza queremos mantener vigentes, aquellos que una y otra vez le apostamos tirando la moneda al aire.  Nos convertimos en médicos aprendices y románticos, aquellos que le dan respiración al cadáver y que no paran de darle masajes al corazón, creyéndose ese cuento que talvez no fue el último latir.  

Todo da inicio con un grito y así deben de terminar, a pesar que nos neguemos a darlo y lo envolvamos en sentimientos de esperanza, los reforcemos con ilusiones y si es posible, lo guardemos lejos de la racionalidad para entonces volverlo un nudo imposible de sacar en la garganta que nos hace un ahogo permanente y seguramente con cualquier canción cursi, los ojos se nos aguaden para empezar a llorar donde sea. Buscamos cómo mentirnos, caminamos diciéndonos que es lo mejor y si es posible cuando tomamos valor, lo compartimos para que alguien más nos valide y termine dándonos la razón.  

Así pasamos como nómadas de anhelo, vagabundeando por las calles desiertas, aunque demos miles de vueltas, que sólo conducen al grito.  Ese grito atorado, que coagula la vida, nos llena los aparadores de desamor y finalmente, nos hace metemos al elevador, sin saber qué botón oprimir.

No hay comentarios: