jueves, 29 de julio de 2010

Lucha de Clases vrs. Humanismo

Nuevamente dentro de las manchadas y descuidadas paredes de la clase, nos reunimos el mismo grupo, heterogéneo y tan diverso que es un constante reconocimiento y familiarización con los y las que interactuamos en ese espacio.  Se hablaba de cambios radicales, de las desigualdades económicas, del plan explotador y explotado, y todas esas cosas que hacen esta sociedad sin equidad, masificada y antipática a muchas situaciones. 

Algunos y algunas hablaron, expresando la necesidad de revolución, iniciar jornadas de educación, cambios ideológicos y en casos remotos tomar las armas y eliminar a esa minoría que nos ha llevado hasta donde estamos.  Comentarios tan violentos como fusilamientos masivos, apelativos descalificativos de ignorancia sobre quienes conformamos este país y esa persepción aprendida de que "lo rural" es otro mundo, alejando a muchas cosas y conformado por un rebaño mezclado entre analfabetismo, enfermos y leprosos, que con una lámina, una bolsa o palabras de promesas se han conformado a la pobreza, el subdesarrollo y han sido despojados de sus pertenencias.


Mientras escuchaba todos esos comentarios, de los y las abortos de intelectuales de izquierda, revolucionarios de corazón, pensaba que la mayoría le apostaba a ese supuesto cambios estructural, repudiaba al gobierno y decía que las masas eran las que no reaccionaban, en fin, todo éso que el discurso da y provoca el embelece.  

Observaba a cada expositor y expositora, sin emitir comentario, concluí en silencio (porque nunca me dieron la palabra, dentro de su genial debate):  hablamos con tanta propiedad de la gente que vive fuera de la ciudad, cuando lo más lejos que llegamos es a Pana únicamente a chingar;  seguimos alimentando la desvalorización y clasificación de la demás población a través de estereotipos basándonos en su posición y condición económica, anulándola completamente;  consideramos que fusilar y crear más violencia es la única forma de lograr un cambios, cosa que no tenemos la culpa del todo, finalmente sólo así hemos aprendido a obtener las cosas;  y luego hablando con Esteban, concluí:  ¿qué tanto estamos dispuestos y dispuestas a cambiar nuestra realidad "comoda", para que alguien más tenga por lo menos lo minímo?.

Ahora me circula esa pregunta dentro, espero algún día poderla contestar con seguridad y legitimidad, para ser coherentey honesta conmigo y con el resto.

1 comentario:

Batfink dijo...

Me alegra que no te hayan dado la palabra. Si uno se vuelve adicto a esas conversaciones se va embruteciendo poco a poco...

Y bueno, generalmente los que más hablan son los que menos están dispuestos a arriesgarse con los cambios. Los pocos que se arriesgan a los cambios radicales, quedan desencantados.

Qué tanto dar? Da lo que podás dar y procurá no morir en el intento... No hay por qué sentirse mal, uno es más útil vivo y en buenas condiciones que muerto (cosa que aplica hasta con los que no te dieron la palabra...)