lunes, 1 de marzo de 2010

Nombrar al miedo

Hace algunos días, escuchaba a una feminista (creo/se nombra) durante un discurso en la OEA en Washington, a través de una videoconferencia, planteaba la estructura del miedo que vivimos de cierta forma y que afecta mayormente a las mujeres.  Delimitando entonces nuestro cotidiano, nuestra forma de relacionarnos, amar, caminar, etc.  Prácticamente en cada respiro, está presente. Su visión de los hechos me quedo rebotando en mi cabeza, para luego replantéarmelo a nivel individual, y formularme:  Cómo jodidos veo el miedo, será que lo tengo dentro o únicamente lo veo pasearse en otros planos.   Sin mucha tardanza, rebusqué en mi, y pues, sí tengo miedo, no soy la excepción.  

Pero lo que más me sorprendió que llevaba años sin pensar en que en mi, habitan miles de miedos, nunca los había detectado y nombrado, para luego caer en la cuenta que de manera conciente y subconciente, los he maquillado bajo síndromes de valentía y autolimitaciones hechas.  Donde he buscado y creado cualquier tipo de mecanismo de defensa para lograr salir de mi casa, crear juegos de palabras para evitar nombrarme como realmente soy y producir "sitios seguros" para finalmente sacar a pasear a todas esas ganas que fuera no lograrían sobrevivir.  Con ésto, no quiere decir que vivo en una burbuja y que en cierta manera no soy feliz, sino los campos de acción y disfrute son más estrechos y mucho más inseguros.  

He de aclarar que los miedos de que hablo no son únicamente de ser asaltada, violada y todas esas acciones físicas violentas que cubren los diarios, sino de aquellos miedos sociales que existen en base a concepciones subjetivas y jerarquizadas, que el poder económico y patriarcal, en su mayoría, ha desatado sobre las mujeres. Finalmente, este caótico y maravillosos mundo en que habito, está construido por miedos y en cierta forma yo lo refuerzo sistemáticamente, entretejer la cultura del silencio y nuevamente relegarnos un ámbito privado, estereotipado donde yo  y el resto de las mujeres debemos vivir, por imposición y en algunas veces por elección.

Como diría una amiga con quien comparto el carro por las mañanas...quisiera que mi hija pudiera ir a la tienda, sin que me inunde el miedo. 

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