jueves, 25 de marzo de 2010

¡Mi nueva compañera de trabajo!

Con pequeños murmullos ingresó.  El rechinar de ruedas usadas y nada aceitadas llenó uno de los pocos momentos de silencio que existía en la oficina, provocándome que olvidara a quién carajos pensaba llamar por teléfono, para arrancar de un solo azote, la paz con el arrastrar de la maceta del corredor frente a la puerta y ver como dos hombres, trataban de ver dónde ubicarla.

Tiene aspecto de un ataúd, muy similar a lo que produce su consumo y producción en la situación socioeconómica y ambiental del mundo, forrada con  fuertes colores, con iluminación angular e hipnotizante, con un reducido pero selecto menú refrescante, ¡llegó la máquina de gaseosas al lugar!.  La administración de la oficina le hizo el ritual de bienvenida, ajustaron el tomacorriente e hicieron miles de preguntas entorno a la cantidad de producto, de monedas, de billetes y luego, la alarma les llenó el ser:  ¿cuándo se acaben, qué tenemos que hacer?, casi en llanto exclamó una de ellas.  

Yo mientras tanto del otro lado de la pared, a través de las ventanas y puerta veía la emoción de la inovación para nuestras vidas.  Este es el principio me condenaron cuando salí al pasillo, vendrán snacks y cafés.  Las tres le hacían una especie de ronda, junto con los dos hombres portadores de buena voluntad, noticia que trataba de meterme en el festejo.  Y pues no podía faltar, mi cuestionamiento, ese Don mio de "chinga planes chingones"...¿por qué no lo ponen frente a la cocina, lejos del pasillo principal, alli tienen espacio?.  Como leonas furiosas, casi tomándome del cuello, me contestaron, no es posible, va a llover y no hay condiciones suficientes para la máquina.

Con el susto aun en el cuerpo luego de tal afirmación, pensé, resulta ahora que la máquina tiene más derechos que las que trabajamos acá, solo falta que le creen un correo electrónico, la sumen en la lista de cumpleaños y le asigne un presupuesto como distribuidora de felicidad, porque según dijeron el pasillo de la cocina no tiene las condiciones, temperatura y suministro eléctrico necesarios; cuando si nos vemos, muchas estamos esperando lugar físico digno, equipo que ya no sea del tiempo de la pre-historia, salario  real y pues mínimo un trato digno y justo, muy parecido al que ahora nuestra nueva compañerita tiene.

Los momentos de silencio son un recuerdo y con el tiempo serán un mito, el ruido del aparatejo se nos ha calado en la piel, la luz de la lata inunda el pasillo,  ya nos han citado para un introductorio sobre el manejo y uso de la compañera, y finalmente espero que sobrevivamos a la adicción a la cafeína o por lo menos no nos dé un paro cardíaco con el estress y el azúcar.

imagen:  google.com

2 comentarios:

GavilaSavilaMavila dijo...

Pfff, qué grueso! cero igualdad en muchas cosas, pero privilegios para la inanimada emoción azucarada!!!

Patricia Cortez dijo...

yo voy a hacer una carta seria, explicando los riesgos para la salud que tienen para nosotras las gaseosas y la necesidad de que se nos apoye con información seria sobre la diabetes tipo II y su relación con el consumo de gaseosas, (aunque me echan) te apuntás?