A pesar que odio el tráfico y paso por lo menos dos o tres horas en él, de cierta forma me gusta, no existen factores externos que me distraigan y mi cabeza empieza a pensar, reflexionar, pelearse con mis yos o simplemente dejarme llevar por el ritmo un tanto aburrido de las emisoras. Últimamente he pensado mucho en Haití, tratando de comparar las realidades con las de Guatemala y sonándome un comentario de radio que hace algunos días, provocó cierto conflicto dentro de mi. Un radioescucha, llamó al noticiero que usualmente sintonizo por las mañanas y expresó su enojo, repudiando a las personas que de una manera u otra han/hemos colaborado en los centros de acopio a los y las haitianas, asegurando que mejor se debería quedar toda esa ayuda acá, para ser enviada al Corredor Seco, altiplano, etc. (la lista es enorme). Entonces la catarata de reflexiones inundaron mi cabeza, todos y todas pensaran así? será, que entonces ellos y ellas ahora promueven ayuda en el interior? será que estoy equivocada en darle tantas vueltas a lo de Haití, y debería colaborar entonces un poco más en ¨mi país¨?.
Las dudas se reforzaron, la ausencia y poco eco de organización y apoyo se evidenció, por lo de Haití, por el Corredor Seco, por la Reforestación, por niños y niñas con cáncer, etc. (la lista es enorme, también). Y sin tanta, vuelta...mi esperanza, ésa que cargo en una cajita rústica y diminuta, dejo de estar en mi bolsillo, la soledad ocupó el lugar del corazón y mis oídos se llenaron de toda esa basura que todas y todos decimos, oraciones a ¨los dioses¨, caminatas, listones, frases de lástima y miles de grupos en el internet. Todas esas cosas que nos lavan la conciencia, nos crean placebos de todo tipo y esas causas que se pueden elaborar con un enter. Entonces la desesperanza, me lleno el carro, la radio se apago y las colas de carros dejo de fluir. Pasaron miles de caras, con nombres y sin nombres, niños y niñas perdidas a la deriva, malas energías, llantos, hambre histórica, soledad, escombros, noches sin final, balas y gritos.
El tráfico sigue parado, apretado y las moto con chaleco no tienen ni donde pasar, pasa un gran rato, prefieron reirme de los malos chistes del locutor y esperar que mi clase no empiece puntual, el calor se impregna en la atmósfera y las malas caras empiezan a los y las que ahora habitamos en este bloque de metal, cuando en cuestión de segundos el paso se empieza abrir en mi espalda veo el retrovisor y una serie de ambulancias se ven a la distancia, el bloque se fragmenta, algunos carros se suben en el arriate, las luces intermitentes se encienden y todos y todas nos movemos al mejor lugar para abrirle camino, las ambulancias avanzan y se pierden tan rápido como aparecieron. El bloque, se vuelve a malformar para luego pensar, realmente lo hacemos por colaborar de cierta forma; será que únicamente este tipo de apoyo logramos dar en colectivo; será que nos movimos por el qué dirán o simplemente lo hacemos por inercia.
Llego finalmente, me bajo del carro casi corriendo, tratando de desprenderme del cuerpo la desesperanza, para luego terminar frente a la puerta de mi clase, viendo como la señora amargada cerró la puerta y piensa hacer un laboratorio sorpresa.
Las dudas se reforzaron, la ausencia y poco eco de organización y apoyo se evidenció, por lo de Haití, por el Corredor Seco, por la Reforestación, por niños y niñas con cáncer, etc. (la lista es enorme, también). Y sin tanta, vuelta...mi esperanza, ésa que cargo en una cajita rústica y diminuta, dejo de estar en mi bolsillo, la soledad ocupó el lugar del corazón y mis oídos se llenaron de toda esa basura que todas y todos decimos, oraciones a ¨los dioses¨, caminatas, listones, frases de lástima y miles de grupos en el internet. Todas esas cosas que nos lavan la conciencia, nos crean placebos de todo tipo y esas causas que se pueden elaborar con un enter. Entonces la desesperanza, me lleno el carro, la radio se apago y las colas de carros dejo de fluir. Pasaron miles de caras, con nombres y sin nombres, niños y niñas perdidas a la deriva, malas energías, llantos, hambre histórica, soledad, escombros, noches sin final, balas y gritos.
El tráfico sigue parado, apretado y las moto con chaleco no tienen ni donde pasar, pasa un gran rato, prefieron reirme de los malos chistes del locutor y esperar que mi clase no empiece puntual, el calor se impregna en la atmósfera y las malas caras empiezan a los y las que ahora habitamos en este bloque de metal, cuando en cuestión de segundos el paso se empieza abrir en mi espalda veo el retrovisor y una serie de ambulancias se ven a la distancia, el bloque se fragmenta, algunos carros se suben en el arriate, las luces intermitentes se encienden y todos y todas nos movemos al mejor lugar para abrirle camino, las ambulancias avanzan y se pierden tan rápido como aparecieron. El bloque, se vuelve a malformar para luego pensar, realmente lo hacemos por colaborar de cierta forma; será que únicamente este tipo de apoyo logramos dar en colectivo; será que nos movimos por el qué dirán o simplemente lo hacemos por inercia.
Llego finalmente, me bajo del carro casi corriendo, tratando de desprenderme del cuerpo la desesperanza, para luego terminar frente a la puerta de mi clase, viendo como la señora amargada cerró la puerta y piensa hacer un laboratorio sorpresa.
2 comentarios:
Sí, el radioescucha tiene, en parte, razón! Tenemos suficientes causas en Guate con las cuales colaborar. Sin embargo, cada quien decide a quién, cómo y en qué momento desea hacerlo. Y sí, a veces puede ser un simple placebo, pero mientras la conciencia y el deseo por mejorarle aunq sea, un poquito la vida, a alguien, te mueven a hacerlo, para mí es válido! Siempre habrá alguien en peores condiciones que nosotr@s....
Que gran reflexión. Fijate que yo paso manejando más o menos 2 horas al día, y también reflexiono mucho en el carro, pero de manera más introvertida.
Y te entiendo mucho tu punto, yo también he pensado lo mismo, pero no he concluído en nada. Saludos.
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