lunes, 29 de octubre de 2012

Un día cualquiera

El viento se ausenta del horizonte.  Las partículas dejan de caer y se empujan para lograr moverse de la nada que las sostiene.  Los segundos pasan rompiendo las sábanas apestosas a sudor que se escurren por las orillas de la cama y caen al mar.  Vos te deshaces los nudos de la columna y yo unto lentamente la mantequilla a un resto de sueño duro que quedó sobre la mesa.

La luz se calienta antes de llegar al suelo.  El agua se templa y me invita a ir con ella.  Vos te negás a todo, decís palabras sueltas que suenan a una mala canción de la radio local.  El gato se pasea por la cabecera, balancea la cola, lame sus patas y con movimientos suaves se desliza sin hacer ruido.  Algo suena en la habitación de al lado, llevo días tratando de averiguar qué es.  Los agujeros de las paredes son diminutos no se logra ver más que colores mutilarse entre sí.

A veces tiembla, se raja el suelo y pequeños peces salen a la superficie.  Tengo botellas verdes llenas de ellos y cuando hace calor los dejo libres por la ventana para que se vuelvan arcoiris.  Creo que pasan los días, algunas noches nos cogemos sin ver y el resto simplemente me curo los ojos para un nuevo amanecer.

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