miércoles, 28 de diciembre de 2011

Un martes por la tarde

Con un bisturí, te partí en dos.  Suave, lento y sin apuros, los tejidos empezaron abrirse.  Vos sonreías, y mientras trataba de concentrarme, me jugabas bromas para distraerme.  Me alborotabas el  cabello, hablabas de esos detalles que descuido y que tantas veces mencionas que no te gustan.  Me detuve, el reloj y otros pasados se me enredaban en los dedos impidiéndome mi labor.

El momento era el ideal.  La enfermedad de deseo nos había tomado y la habitación había sido construída para la ocasión.  Bajo una seducción, aceptamos hasta terminar acá.  Pasamos días soñando este momento, nos contemplábamos a la distancia, sabiendo lo que queríamos y que sin palabras iniciamos.   Vos dejándote, yo comprendiéndote con ciertas dósis de miedos sin ganas de desgarrar.  Luego de un rato, dejaste de prestarme atención y con los ojos entreabiertos me pintabas paisajes desde dentro.  La racionalidad, me tenía sitiada y con impulsos traspasaba tus sueños llenos de nubes con forma de libélulas tecnicolores.

La neblina bajo, la oscuridad se coló por los vacíos y el silencio acabó con el sonido.  Fue justo allí, que me solté, puse el bisturí sobre la mesa de té y de un único salto supe que era nuestro final.  Abriste los ojos, sin pensamientos me prometiste tanto y de a poco me comiste, a la orilla del buró y al lado de la cafetera italiana.  

Al terminarme, escondiste el reloj detrás del sillón, y mis pasados ahora los llevás encarnados en las uñas.  Ésas que pintas con aerosol barato.

1 comentario:

Patricia Cortez dijo...

Que pasó? a donde se fué?, un abrazo