miércoles, 8 de septiembre de 2010

Una película de Acción

A través de un enorme túnel corría, con tanta fuerza que mis piernas tomaban vida, salía a la luz, blanca, clara y madura del sol de las 11 de la mañana.  Mientras saltaba de una banqueta a otra, algunos vehículos se hacían a un lado y otros los empujaba con tanta facilidad que me hacían sorprenderme y buscar encontrármelos en mi trayectoria.  El ruido era enorme, envolvente pero bien definido, podía detectar cada uno de ellos haciéndome más ágil en mi camino, los autobuses volaban, rozándome los pies, con las manos podía tocarlos por la proximidad que se desplazaban, como lanzados por un proyectil.  El resto de la gente mi miraba, caminando sin mayor perturbación ante tal convulsión, lo único que les hacía pausas en su caminar, era la tierra que temblaba y en ciertas partes se abría por completo.

Cambié de calle ya cansada y sin aliento, doblando a la izquierda, encontré una calle desierta, silenciosa, desaceleré el ritmo y caminé por un largo tiempo a la espera de que algo ocurriera.  Para luego, convirtirse entonces todo en largos senderos verdes, con aguas frescas que me mojaban los pies y me hacían calmar mi respiración, todo era más quieto y relajado.  Dentro de mi, circulaba la idea que pronto encontraría algo/alguien, que hora ignoro por completo qué/quién era, así avance, hasta tirarme debajo de un enorme árbol, cerré los ojos y la luz se apagó.

Empezó a sonar el track 7 del soundtrack de Amelié, con una leve corriente de euforía en mi interior, me levanté y sin dudarlo me metí a la ducha fría de las 5:45, con la sensación que debía regresar.

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