miércoles, 6 de junio de 2012

Receta Médica

Los días pasan, trato de contarlos con tiza en las paredes, las cortinas las abro y cierro por pura inercia, la comida al despertar está servida en el mismo sitio y mi ropa va cambiando cuando menos lo espero.  Tomar una taza de café,  lanzar al viento un poco de humo mestizo y entre pláticas avanzar en el día dentro una ventana.  La cama tibia, las sábanas como remolinos y la luz apagada desde hace días.  Le tengo miedo a la realidad, entre cuatro paredes y un pequeño balcón me archivé.

Las gotas se deslizan rapidamente por los bordes, se cuelan para ser motín de las pequeñas grietas de los árboles, cada una de ellas llega al final para estallar en los ramilletes de hojas intensas que cantan canciones de escarabajos y un par de mitos urbanos que la gente piensa que existen al final del callejón.  La neblina con pequeños ganchos de ropa la coloqué, cubriéndome desde dentro y poniendo la heladez como centro de mis pensamientos.  

Los sentimientos a veces, me acosejaron, necesitan un poco de ventilación, lejos de éso que los provoca y sin tanto cuidado ser expuestos a bajas temperaturas.  Los discursos se acabaron.  Mis sesiones de monólogos con vos los he filmado para verlos una y otra vez.  La recopilación de mis memorias han quedado en el olvido junto con ellas.  Ahora sólo he decidido buscar un nuevo pasatiempo, convertirme en una super vengadora y en el tiempo libre, terminar de pintar las paredes de mi memoria, creo que ya es hora de modernizar las paredes blancas que tanto me ahogan.  

En el momento justo, vos abrís la puerta, sin verme me acaricias, sonrio como adolecente enamorada y un silencio tibio me hace pensar que me amás.  Luego de un par de minutos, la realidad me despierta para darme la mala noticia, que todo lo anterior fue un estúpido sueño, sin causas aparentes, me dijo el doctor.  

Salgo con una receta médica en la mano y un litro de agua ardiente para bajar la tensión.

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