Esos momentos en que la magia sale durante el silencio de la noche y la madrugada, donde el suspiro te sale bajo el sueño de verte feliz a la orilla y muy cerca de los riscos que parecen picos de pistachos. Casitas sin balcón, nadie se preocupa en entrar y el fresco hace una delgada escarcha que te llega a las rodillas alentando a los mosquitos que persiguen los hipos de ayer.
Baja, baja y empiezan las olas distantes entre viajes y palabras sueltas con tu nombre porque te repito miles de veces sin esfuerzo estás allí, vení que nos falta un beso más, antes de caminar hacia la distancia y otros días de las semanas estén ocupándonos sin mucho acuerdo y ganas de bailar a media sala con los ojos entreabiertos y sin dudarlo la canción suene una eternidad.
Porque llega, te llevo y vos me traes un domingo por la tarde durante esas horas que el mundo duerme la siesta y con las paredes llenas de todo, hacemos el amor, la ciudad se calla por minutos y nos amarramos entre aire y agua sin pensar en el tiempo para no asustarnos que otro día se nos irá aun más lento.
El tiempo nos caduca y nos renace esos días de la semana para empujarnos a ser. Eso intenso, colorido sonoro y palabras sueltas bajo la luz de las ventanas ajenas, nos juramos.
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