Soñaba con soñarte. Todo se quedó allí cuando la puerta se abrió y apareciste. Los nervios inundaron la habitación y entre conversaciones mandadas hacer, algunas rotas y otras vacías entraste. Sin resistencia la puerta se cerró, soltaste tu aroma por cada poro que te cubre y entre sonrisas nos aceptamos luego de días de esperarnos. La sed nos secaba la boca, tus cosas cayeron al suelo, las mías seguidas y entre palabras de pacto las cortinas se cerraron, el frío nos vió desde la ventana y el televisor se condensó lejos de todo.
El tiempo nos hizo justicia, mis manos te conocían a cada trazo, paisajes hermosos de fricción nos combinaron hasta volvernos una mezcla espesa e intensa. Nuestra caderas danzaban, los labios giraban y los colores ocupaban las sábanas blancas del lugar. Vos volteabas, te veía de reojo y sonreías frente al espejo que cubría la puerta del baño, diciéndome que me extrañabas y esperabas un poco de oscuridad para que el mundo ya no nos viera más. Nos leímos la mente, cada deseo fue cumplido, cada beso fue puesto en el lugar correcto y a ciegas nos llevamos lejos, rompiéndonos desde adentro, comiéndonos a ritmos seductores y en pausas nos quedábamos sin hablar. Juegos perversos nos aruñaron la espalda y gritos que invitaban entibiaban la piel que se balaceaba entre tanto estímulo.
Nuestras vidas tomaron un sentido único rítmico, nada estalló como otras veces con otras historias, todo fue quietud y a cuentagotas nos consumimos entre azúcar y almendra. Compartimos las utopías que nos hacen lo que somos y sin premura volvimos.
Aunque no lo dijimos, más que querernos nos amamos hasta el final.
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