Los ladinos no pueden enorgullecerse de una cultura milenaria que alcanzara su esplendor mucho antes de que los europeos llegaran a América, pues las etnias y culturas mestizas aparecieron cuando los españoles se mezclaron biológicamente con las mujeres indígenas y el mestizaje empezó a constituir una creciente realidad no solamente demográfica y económica, sino también cultural y política. Hoy, popularmente, se le llama ladina a cualquier persona que no se autoidentifique como indígena, aunque lo sea. Y esto incluye a negros, asiáticos, toda suerte de mestizos, criollos y extranjeros. Los españoles llamaron ladinos a los indios que aceptaron la religión y la lengua derivadas de Roma y del latín, y los consideraron personas latinizadas (latino = ladino). El origen de los ladinos como grupo diferenciado fue cultural primero y biológico después. Fue un origen traumático porque brotó de una fractura civilizatoria. Eso hizo que su lucha por la sobrevivencia se convirtiera en el arte de escalar a los niveles más altos del poder en condiciones de franca desventaja. La partición (no participación, sino partición) de mundo que implicó la Colonia, ubicó al ladino entre el poder y la servidumbre, entre España y los siervos (indios) que trabajaban la tierra para los encomenderos. En la medida en que los criollos (hijos de españoles nacidos aquí) se consolidaban como un estamento social arraigado al territorio y que desarrollaba sentimientos patrióticos (como los que pueblan la obra de Rafael Landívar), los ladinos encontraban en ellos otro frente contra el cual combatir por su sobrevivencia. A los ladinos los rechazaban los españoles por su “sangre” india; los rechazaban los indios por su “sangre” española. Y los rechazaban los criollos por tener ambas “sangres”. La mezcla resultaba aborrecible. Si esto no es racismo, no sé qué lo sea. Aunque Fuentes y Guzmán, Eric Wolf y otros demuestran que ya en el siglo XVIII no había en Mesoamérica indios “puros” porque la mezcla había sido intensa, la “pureza” del indio seguía vigente como sentido de identidad contraria a las otras identidades de la Colonia: la española, la criolla y la ladina (hubo otras formas de ser mestizo pero se subsumieron en la ladinidad). Hoy, tanto los criollos como los indígenas que se hacen llamar “mayas”, siguen reclamando una pureza étnica, cultural y racial que resulta dudosa a la luz del desarrollo histórico y del pertinaz mestizaje biológico y cultural de la América Latina. Las ilusiones son tercas. La cultura de la Colonia, la Independencia y la Revolución Liberal fue mestizamente criolla. Los ladinos empezaron a hegemonizar (no a dominar, porque esto lo siguen haciendo los criollos oligarcas) a principios del siglo XX. Es decir que no tienen una cultura previa a la colonización porque no existían entonces. La cultura ladina ha incluido (con paternalismo eurocéntrico) a la cultura indígena como componente de la suya, interpretándola según sus criterios híbridos y, de esa cuenta, inventó “esencias nacionales” mestizas como la música de marimba, la literatura y el arte indigenistas, y la recreación vanguardista de las culturas populares mestizadas que se expresan en vestimentas, tradiciones y costumbres. Los ladinos no se enorgullecen de una cultura milenaria anterior a la colonización. Pero sí de las apropiaciones culturales con las que han forjado las “esencias nacionales” que nos cohesionan, legitiman e identifican como lo que hasta ahora somos: una violenta nación inconclusa.
*Elperiódico / 24 de dic 08
Imagen: Oswaldo Guayasamín
1 comentario:
que buena pagina!!!! gracias señor morales por hacer ser usted y muchas mas personas que nos toman en cuenta porque la mayoria de las personas de las demas etnias nos tachas de "malos" Gracias por expresarse tambien!!!
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