Por: Marcela Gereda/Elperiódico
No sé qué le pasa estos días al mundo Manuel, pero en vez de hacerse más humano y más ancho, se nos hace cada vez más angosto y más solo. Cada vez le negamos más la posibilidad a los otros de hacer y crear mundo.
Cuando mis noches son largas y pesadas, me da por caminar por una de las calles donde tú viviste. Una que te hizo sentir como sentiste y soñar como soñaste. La misma que fue testigo de tus luchas y tus búsquedas. La que ahora te echa de menos. Esa de ecos largos y precisos. En “El callejón del Fino” me da por imaginarme tus conversaciones y tus carcajadas. Ahora el lugar es espacio de esos tantos transeúntes de la ciudad donde la vida se hace a partir de la economía informal: cuidadores de carro, prostitutas, pandilleros, indígenas marginados, vendedores de droga, de fruta y limpiabotas.
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No sé qué le pasa estos días al mundo Manuel, pero en vez de hacerse más humano y más ancho, se nos hace cada vez más angosto y más solo. Cada vez le negamos más la posibilidad a los otros de hacer y crear mundo.
Cuando mis noches son largas y pesadas, me da por caminar por una de las calles donde tú viviste. Una que te hizo sentir como sentiste y soñar como soñaste. La misma que fue testigo de tus luchas y tus búsquedas. La que ahora te echa de menos. Esa de ecos largos y precisos. En “El callejón del Fino” me da por imaginarme tus conversaciones y tus carcajadas. Ahora el lugar es espacio de esos tantos transeúntes de la ciudad donde la vida se hace a partir de la economía informal: cuidadores de carro, prostitutas, pandilleros, indígenas marginados, vendedores de droga, de fruta y limpiabotas.
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