Antes de abrir los ojos por las mañanas sostengo una plática con mis demonios. Ésos que a lo largo de la historia colectiva se han introducido en mi subconciente, uno que otro adquirido por las malas prácticas y pues porque negarlo resultado de mis propias decisiones. Habitan en el fondo de mi, conocen esos lados débiles de mis sentimientos y ganas de seguir. Por las noches se reunen a tomar café instantáneo para pensar en qué momento venir y hacerme dudar. Sus tácticas se reducen a volverme más realista, un tanto más calculadora y mecánica en mis acciones frente a los/as demás. Son una exquisités de coquetería, es la pura verdad.
Luego de "negociar" y urgar de cierta forma en sus planes, respiro profundo, trato de alzar los brazos y despertar a la esperanza. Aquella que vive momentos callada con los ojos llorosos y que buena parte de su existencia ha pasado en rehabilitación, librándose de batallas de vida y las que ocurren a diario a mi alrededor. Los cuatro elementos la sanan, la vibra que entra por la ventana la energizan para meterse al agua fría y ruega que los sentimientos le reaccione junto a los sueños.
Ambas relaciones de una u otra forma nacieron de la utopía, se alimentan de ella a pocos y cuando tienen suerte algún acontecimiento llena mi cuerpo de figuras geométricas, colores, texturas y aromas que nos hacen flotar, es allí donde llega la tregua y esos universos que habitan en mi, forman un enorme círculo que sin tanta algarabía me sacan una sonrisa queda y me ayudan a desprenderme de las sábanas y salir a la calle con la música a todo volumen, deseándonos un día, no un mundo, un día bonito para todos y todas.
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