Luego de varios baños y palanganas tiradas, recicladas y desperdiciadas, tomé la decisión de arreglar esa gotera que a ratos se convertía en fuga. Una noche, en soledad, saque las herramientas, los empaques y un par de instructivos anteriormente utilizados para este tipo de percances, de una manera lenta y sin prisa emprendí mi primer paso a esta gran labor.
Hoy luego de que el sol fuera testigo de mi labor, ajusté un par de tuercas, cambie el empaque de las llaves y antes que el despertador sonara había finalizado. Aun tengo los pies mojados y la alergía va desminuyendo, logrando luego de un tiempo, entender que tenía que salir de ese charco y repararlo.
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